¡Hola!
Unas de las cosas que me apasiona es la
restauración de muebles y objetos viejos.
Para mí la restauración empieza en el momento en el que descubro un
mueble o un pequeño objeto en una almoneda que me gusta, y lo llevo a casa.
Pienso en la historia que tiene, imagino en
qué casa habría estado, quien era su propietario, qué secretos habría guardado, ¡las cosas que nos podría
contar si hablara…! Me gusta darles una segunda oportunidad, pues con un poco de esfuerzo recuperan su antiguo glamour y disfruto
viéndolos decorar algún rincón de casa.
Este escritorio lo compré a mi “proveedor” de
muebles viejos, un almacén de almoneda
de mi pueblo, por el que me pasaba casi
cada semana, a la búsqueda y captura de piezas que me enamoraran.
Me gustó por varios motivos: estaba casi en
perfecto estado -por lo que el trabajo de restauración sería fácil-, porque enseguida visualicé donde lo pondría y... ¡porque en el fondo de uno de los
cajones descubrí un viejo sello de
caucho de la empresa de donde procedía! ¡Me encantó el descubrimiento! Me sentí como Sherlock Holmes
deduciendo la procedencia del mueble y los datos de sus antiguos propietarios.
El proceso de restauración fue sencillo, pero
un poco largo. En las fotos podréis observar
el cambio del antes y el después.
Lo primero que hice fue decapar el mueble para
retirar el barniz antiguo. A continuación, lo lijé con un estropajo de acero muy finito para
quitar los restos del barniz y de decapante. Llegado a este punto -y como medida
de precaución ya que estaba muy bien conservado, con una brocha, le di
varias capas de mata carcomas. Extendí el producto por todo el escritorio y, en
los pocos agujeritos que tenía, lo inyecté con una jeringa. Dejé que se
impregnara bien la madera.
Pasados unos días, tapé los agujeros con cera.
Las hay en diferentes tonos y hay que hacer servir la que se asemeje más al
color de la madera. Acto seguido repasé con papel de lija de grano muy fino
todo el mueble.
Llegado a este punto, sólo faltaba limpiar bien
para que no quedase polvo del lijado y barnizar.
Usé un barniz al agua transparente y satinado. Otra opción es aplicar cera, pero como le iba
a dar mucho uso, creí que quedaría más protegido y sería más fácil de conservar
si lo barnizaba.
Para acabar, forré los cajones con papel de
regalo.
Y este es el resultado. Espero que os guste.
¡Nos vemos pronto!
Que bonito l tema de la restauración y trabajazooo!!!!. Te ha quedado precioso, le has dado una nueva vida.
ResponderEliminarUn beso
Gracias Marta, lo bueno de esto es lo bien que me lo paso haciendolo.
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